Rabadán9 de enero de 2017

Visitamos el Hospital Ciudad de Telde. Jorge Ubierna 4ºB

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   ¡Hola! El pasado martes 20 de diciembre, los alumnos de 4º ESO B hemos tenido la increíble oportunidad de visitar la nueva residencia de ancianos en Telde.

  Al principio, me acerqué a un hombre que me llamó mucho la atención, este no era un anciano y sentía curiosidad por saber un poco sobre su historia y cómo había llegado hasta allí. Unos instantes más tarde, un enfermero se acercó hacia mí y me aclaró que este señor poseía una discapacidad y que no podía hablar con claridad y, por lo tanto, no podría entenderlo, le di las gracias y se fue. Este hecho no me produjo la sensación de irme a otro lado, justo lo contrario, entablamos una conversación que puedo denominar como especial, es cierto que no entendía mucho lo que me decía, pero en su mirada y en su sonrisa podía encontrar todas las palabras que confluyen en un diccionario.

  Después me dirigí hacia otros ancianos que se encontraban por la sala. Hablé con varios, todos con sus diferentes historias y costumbres, pero coincidían en una cosa, todos ellos me recibieron con una gran sonrisa y me mostraban un amor tan grande y fuerte que me es imposible de explicar con palabras. Cuando terminamos las conversaciones, cantamos algunos boleros muy divertidos, bailamos y nos reímos, todos en un ambiente de fiesta y convivencia que me agradó mucho. Cuando se concluyó el tiempo de canto y baile, llevamos a los ancianos hasta una sala más grande. A mí me tocó llevar a una anciana encantadora y contamos muchos chistes, al bajar la rampa, como iba en silla de ruedas, le comenté que parecíamos como los HotWheels y nos reímos mucho con este comentario.

  En la sala, nos pusieron música y bailamos entre nosotros y con ellos. Estando allí, decidí sacar a bailar a una anciana sentada en una silla, al principio, me miró con los ojos llorosos, y, con la voz entrecortada y mirada cabizbaja me dijo: Hijo, no puedo, me falta una pierna. Justo en ese momento, supe que no escogí a la señora por casualidad, la señora me escogió a mí, cuando respondió a mi propuesta, le levanté la cabeza, la miré, le sonreí y le dije una frase que encontré en un libro años atrás: “No es la dificultad la que impide atreverse, pues de no atreverse viene toda la dificultad”; tras decirle esto, su rostro cambió totalmente, y, aunque sea en la silla, bailamos como profesionales.

  Tras el baile, llegó la hora de despedirse, me despedí de todos con un beso y un buen apretón de manos. Justo después de salir del hospital, sentí una enorme sensación de felicidad y, puedo decir con toda seguridad, que hemos aprendido de la sociedad más sabia que se conoce. Me gustaría agradecer la oportunidad que se nos ha brindado por parte del colegio y el departamento de religión. También agradecer a la madre de Clara por acompañarnos y, sobre todo al hospital ciudad de Telde por abrirnos las puertas a tal aventura.

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