Se establece la primera Comunidad en el Seminario diocesano, en la parte llamada el “Ponto”. Como primera opción, la Comunidad se dedica a dar misiones por las islas orientales, como hizo el Padre Claret –el Padrito- en 1848-49. Al revisar sus tareas apostólicas, se dan cuenta de que las misiones no eran lo eficaces que esperaban porque al pueblo le faltaba “instrucción”.