El Papa acoge a los sin techo.

 

   El Papa Francisco siempre nos muestra cómo debemos ser los cristianos para construir una comunidad fuera de las comodidades y la pereza. Nos enseña cómo ponernos en la piel de los desfavorecidos y ser misericordiosos, porque estamos muy lejos de cómo él quiere que sea la Iglesia y de cómo Jesús nos enseñó a comportarnos, siempre pendientes de los demás, porque el Cristianismo es amor.

   Hace unos días el Papa pidió disculpas a los sin techo por el comportamiento de nosotros, los cristianos. Estas fueron sus palabras: les pido perdón por todas las veces que los cristianos delante de una persona pobre miramos para otro lado. Lamentablemente esto es cierto, vamos a lo fácil y somos cada vez menos solidarios. Es verdad que dar a los demás tiene que salir de nosotros, es voluntario, pero a veces damos para que la gente a nuestro alrededor piense que somos solidarios y tengan una impresión buena de nosotros. El Papa ha hecho muchas cosas para los pobres: ha hecho construir duchas, casas de acogida, pero no se da importancia porque es su deber como cristiano. Pero por experiencia sabe que esto no es lo que más les duele, sino la soledad y ser tratados con indiferencia. Por eso nos repite que nadie es mejor que nadie. Simplemente algunas personas no han tenido la suerte de haber nacido en un buen hogar o han tomado decisiones equivocadas en su vida. Aun así, también ellos son fuertes y pueden levantarse, pero la sociedad les pisotea. Francisco nos enseña que debemos dar la vuelta a eso, cambiar esos pensamientos, aprender de los pobres. Su perdón es mejor que el agua bendita, según les dijo. Para él no son pobres los que no tienen bienes, sino los que pierden la capacidad de soñar, porque pierden la fuerza de llevar su pasión adelante. No dejen de soñar, les dijo. Soñaron que un día vendrían a Roma, y el sueño se realizó. Ahora sueñen que el mundo se puede cambiar para sembrar paz. Esto es lo que el Papa pidió a los sin techo que vinieron a visitarlo al Vaticano. También les pidió que nos enseñen a ser solidarios, porque la pobreza te hace sufrir y te enseña a serlo, compartes lo poco que tienes. Si hay alguien en peor situación que tú, le tienden la mano. Enseñen, enseñen solidaridad al mundo, les dijo.                                        (Elena Ubierna, 4ºA)