Clausura del XVII Congreso de Escuelas Católicas
El secretario general de Escuelas Católicas, Pedro Huerta y la directora del Congreso, Victoria Moya, clausuraron la semana pasada el XVII Congreso “Ser, estar, educar… con nombre propio” que ha reunido durante los días 7, 8 y 9 de noviembre en Madrid a cerca de 2.000 educadores, directores, titulares y miembros de la escuela católica. En él se ha puesto de manifiesto la necesidad de poner a la persona en el centro.
Pedro Huerta, secretario general de Escuelas Católicas, como resumen de los tres días de celebración del Congreso, puso el acento en el lema del Congreso: “Ser, estar y educar… con nombre propio”, a través de una metáfora gramatical. Un título compuesto por tres verbos a los que a lo largo de los meses de preparación de esta cita se han ido incorporando otros atributos, como los complementos directos, complementos indirectos y sujetos, que son “los que dan vida, dan fuerza y se apartan del infinitivo de los verbos para hacerlos realidad”. Sujetos, que son, según sus palabras, los congresistas, los miembros de EC organizadores del Congreso, las familias, los alumnos, las comunidades educativas, parroquiales, religiosas… y preposiciones que “con nombre propio”, pero no en nombre propio, sino en nombre de Jesús que hoy vuelve a decir “Id y enseñad”.
Victoria Moya, directora del XVI Congreso, presentó algunas cifras de repercusión de este evento: más de 700 fotos en nuestro canal de Flickr con más de 1.900 vistas; trending topic durante tres días en varias ciudades españolas; más de 19 millones de impresiones en Twitter con nuestro hashtag principal (#SerEstarEducar), lo que supone 153 mil impresiones por hora; más de 2.000 publicaciones con más 700 imágenes publicadas que muestran de una manera más gráfica lo que ha sido este XVII Congreso; más de 4.000 visitas a la página web en los días del Congreso; casi 2.000 visualizaciones de los vídeos retransmitidos en directo a través de YouTube, lo que supone casi 500 horas de visualización de 800 usuarios distintos; hemos tenido una media de 50 usuarios simultáneos durante todo el Congreso superando esta cifra en la Inauguración del mismo; casi 10.000 interacciones y me gusta en Instagram (lo que supone 77 me gusta por hora) de más de 300 publicaciones con el hashtag principal del Congreso, 150 imágenes, 90 carruseles e innumerables vídeos e historias; 1.700 descargas en la app; y más de 200 preguntas en la aplicación y 600 mensajes en el muro.
Unas cifras que han sido posibles gracias a los educadores que “con nombre propio” han asistido a este Congreso, a los ponentes y a todo el personal que ha trabajado para hacerlo posible, y a los que la directora del Congreso dió un agradecimiento especial nombrando a cada uno de ellos “con nombre propio”. “Todos aquí SOMOS, ESTAMOS y EDUCAMOS de una manera u otra, pero siempre imprimiendo un carácter único e irrepetible CON NOMBRE PROPIO”, concluyó.
Educar transforma
El acto de clausura estuvo precedido por la Eucaristía celebrada a primera hora de la mañana, presidida por monseñor Alfonso Carrasco Rouco y animada por un coro compuesto por representantes de 10 instituciones educativas, y las ponencias de Álvaro Merino y María Guerrero, quienes hablaron del poder de la educación para transformar personas.
Álvaro Merino, experto en talento y ex director académico de la Escuela Universitaria del Real Madrid, destacó la importancia de cultivar una mentalidad B.A.N.I. (frágil, ansiosa, no lineal e incompleta), en contraposición al enfoque V.U.C.A. tradicional, que se centra en la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad. Este enfoque, diseñado para tiempos de alta complejidad, invita también a los educadores a desarrollar la valentía en sus alumnos, la humildad y la capacidad de adaptarse continuamente como herramientas para enfrentar los retos actuales.
Durante su intervención, Merino enfatizó valores fundamentales como la humildad y el propósito vital, utilizando ejemplos inspiradores como el de Marta Huerta, primera árbitra española en la segunda división de fútbol, para ilustrar cómo la atención al detalle y el esfuerzo por hacer bien e incluso las pequeñas tareas, fortalecen el carácter y la misión personal. Su enfoque promueve una visión de liderazgo donde las personas se atreven a retarse a sí mismas, abrazando el cambio y el crecimiento personal en un entorno de constante transformación.
La presidenta de la Fundación Acción por la Música, María Guerrero, compartió con el auditorio la atracción que siente por la música desde su infancia. Una pasión que la llevó a crear hace 12 años dicha fundación, con el objetivo de ofrecer, a través del arte, un espacio para niños y jóvenes con situaciones familiares complicadas. Una oportunidad que les aporta no solo el aprendizaje de la música, sino también una mejora del rendimiento académico, de la capacidad cognitiva y de la capacidad psico-social.
De este modo, para Guerrero es posible transformar la sociedad a través de la música, y aseguró que en la búsqueda de este cambio es necesario abrirse a lo que transforma, es decir, tocar “lo más profundamente humano”; vivir la experiencia de la belleza; abrazar la ética, porque “los valores no se cuentan, solo pueden vivirse”; y prestar atención a la interioridad.
Escuela de sabiduría, hospital de campaña y lugar de encuentro
Para hablar del perfil del educador cristiano en la realidad actual, se contó con Nando García, filósofo, teólogo y provincial de la Inspectoría Salesiana Santiago el Mayor, quien envió un mensaje esperanzador, al tiempo que subrayó la importancia de acompañar a las personas que educan en una escuela que debe ser “escuela con alma”, que escucha para comprender y cultiva una mirada contemplativa.
Habló, desde su experiencia personal, de esas máscaras que nos protegen y nos impiden aprender: la inmediatez que genera insatisfacción, la prisa que evita la reflexión y el funcionalismo que nos reduce a estructuras educativas. Aseguró que debemos quitarnos esas máscaras para ser una escuela de sabiduría para la vida, un hospital de campaña (para prevenir las enfermedades espirituales y morales de la sociedad) y un lugar de encuentro y conversación (donde acompañar espiritualmente a la persona). “Tenemos que redescubrir el corazón del cristianismo: distinguir la fe de la convicción religiosa, la esperanza del optimismo y el amor de la mera emoción”, concluyó.
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