Nuestras horas en Alcuéscar llegan a su fin, y por ello intentamos disfrutar los distintos momentos con los residentes lo máximo posible a pesar de que el cansancio empieza a hacer mella. Ayudamos a los ancianos, al igual que todos los días, en los momentos de desayuno, almuerzo y cena. Entrada la tarde realizamos una caminata hacia ermita de la Virgen de Fátima que se encuentra en una cumbre desde la que se puede observar todo el pueblo. Acabada la excursión aprovechamos la tarde para jugar al bingo con algunos ancianos y realizar los preparativos para la fiesta del último día.

  Nuestro cansancio diario nos hace valorar el esfuerzo que realizan aquellas personas que entregan su vida a los residentes de la casa de la misericordia. Esta experiencia nos está ayudando a valorar muchos aspectos que en nuestras vidas cotidianas pasamos por alto; el hogar y la familia, vivir el momento ya que nuestras vidas pueden cambiar en un instante, sonreír y hacer sonreír a pesar de las cruces que se interpongan en nuestro camino.

Podemos resumir nuestro paso por la casa de la misericordia con la siguiente cita bíblica: “Venid, benditos de mi padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán, diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? “¿Y cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos? “¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?” Respondiendo el Rey, les dirá: “En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis.”

Carlos Quirós y Alejandro García