Es impresionante lo rápido que se me está pasando esta semana. Cada día se me hace cada vez más corto que el anterior. Nos seguimos llenando de las historias de las personas que nos rodean durante esta semana, personas que cada vez profundizan más en nuestros corazones.

  Aunque nos cuesta un poco, nos hemos levantado con ganas de compartir un día más con los hermanos de la congregación y los residentes. A mí me tocó estar en el turno de limpieza con Amparo y América, y, lo que más me sorprendió, fue cómo todos ayudaban un poco a mantener limpia su casa. Todo sum,a fue lo que yo pensé. Si uno quitaba las sábanas otro las bajaba y así todos ponían su granito de arena.

  Luego fui al taller de teatro, y dado que yo también estoy en el grupo de teatro del colegio (Grupo Cávea) me llamó mucho la atención el grado de implicación y atención que tenían en la obra, además de las ganas que le ponían.

  Por la tarde, tras un paseo con algunas de estas personas, Obed nos llevó a la escuelita para contarnos un poco la historia de la congregación. Después, uno de los residentes que se llama Sergio, nos contó su testimonio de cómo había llegado a parar aquí. Sinceramente me dejó de piedra. Incluso cuando terminó de hablar y nos dijo que si teníamos alguna pregunta, no podía ni siquiera articular palabra. Me enseñó que la vida puede dar muchísimas vueltas, pero hay que mantenerse firme y aunque tengamos muchos problemas, no es el fin del mundo.

                                                                             Lía del Toro.